Un Viaje a la Inocencia a Través del Arte de Boris Obregón..

La noche del 20 de junio, la Galería Aura Copeland se vistió de elegancia y sensibilidad para acoger una velada artística que reunió a destacados creadores del universo de la pintura y la escultura. En un ambiente cuidadosamente curado, donde cada detalle hablaba de un respeto profundo por el arte, los asistentes fueron recibidos con una exquisita degustación de vinos que complementó la experiencia estética con un toque de sofisticación sensorial.

Entre las múltiples voces creativas que se dieron cita, una resonó con particular intensidad: la del artista chileno Boris Obregón, invitado especial y protagonista emocional de la noche. Su obra, cargada de simbolismo y color, emergió como un oasis visual que ofrecía al espectador algo más que belleza: ofrecía una pausa. Una pausa necesaria en un mundo acelerado, donde el arte —cuando es auténtico— tiene la capacidad de devolvernos a lo esencial.

Obregón no solo impresionó por la calidad técnica de sus piezas, sino también por la profundidad emocional que habita en cada una de ellas. Su estilo pictórico es una amalgama de formas juguetonas y paletas cromáticas que oscilan entre lo vibrante y lo delicado. Pero más allá de lo visual, lo que verdaderamente distingue su propuesta es la capacidad de tocar fibras íntimas, activando en quien observa una memoria emocional dormida.

Su pintura no impone, susurra. Y en ese susurro nos habla de la infancia, de la curiosidad, de la pureza y del asombro. Es un arte que no busca deslumbrar desde lo grandilocuente, sino conmover desde lo genuino. Obregón tiene el raro don de crear imágenes que no solo se ven, sino que se sienten: su obra se convierte en un espejo emocional que refleja la parte más tierna de nuestra existencia.

En un presente marcado por la velocidad, la productividad y el olvido de lo esencial, el arte de Boris Obregón aparece como un acto de resistencia poética. Nos invita —casi con ternura— a desacelerar, a contemplar, a reconectar con aquello que fuimos y que, tal vez, aún somos. Cada una de sus piezas es una invitación a subirnos a un carrusel emocional donde lo lúdico, lo puro y lo esperanzador conviven con una honestidad conmovedora.

Desde Semillas Sagradas, fue un honor formar parte de este encuentro tan significativo. Celebramos la existencia de artistas como Boris Obregón, que no solo dominan el lenguaje visual, sino que también comprenden el poder transformador del arte en nuestras vidas.

Un verdadero talento que merece todos los reconocimientos. ¡Felicitaciones, Boris!